Monday, November 05, 2007


JESÚS ADEMIR MORALES ROJAS.

Escritor Mexicano, nace el 7 de agosto de 1973. Actualmente estudia en la Universidad Claustro de Sor Juana, Diplomado de Historia del Arte. En 1995 fué Tallerista de creación literaria en Casa del Lago de la UN Museo del Chopo. Y entre 1992 - 2003 fué pasante en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) Filosofía y Letras.

Ademir posee una basta producción literaria donde destacan los ensayos:

ARTÍCULOS PUBLICADOS EN EL PERIÓDICO MILENIO-Suplemento Generación M

- Atreverse a ser: La Invención más admirable de Leonardo Da Vinci (Agosto 2006)
- La sabiduría mexicana (Septiembre 2006)
- La muerte y la libertad (Octubre 2006)
- Prometeo insurrecto en seis aforismos (Noviembre 2006)
- Por el lado oscuro del camino (Febrero 2007)
- Breve Tributo a la Utopía (Marzo 2007)

Colaborador habitual en las siguientes publicaciones electrónicas
Blade Runner:

http://www.geocities.com/hollywood/boulevard/7920/

Cybercultura:

http://experimentegamelab.blogspot.com/


Actualidad tecno-informática:

http://tecnoliberacion.blogspot.com/




TRABAJOS ACADÉMICOS

Traducciones al español encomendadas por la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM para su acervo documental, y realizadas en 2006:

Introducción al libro, “Crisis in the life of an actress and other essays on drama” by Soren Kierkegaard, Lonon Cox&Wyman, 1967

Introducción al libro, “The living thoughts of Kierkegaard”” (Antology of texts of Soren Kierkegaard) by W.H. Auden, New York Review of Books, 1999


PUBLICACIONES EN LA RED (Ensayos, Cuentos y Relatos)
› En La Ciudad De La Noche Eterna
› El último Destino Del Teocuicatl
› La Ruta Extraviada Del Teocuicatl
› Alondra: En Vuelo Sobre Los ínferos Del Ser
› Tríptico
› La Cabeza De Pájaro, De Ojos Vacíos
› Blade Runner En Heráclito: El Asomo Del No Ser Como Esperanza
› Ecos Del Mundo Antiguo Iv
› Blade Runner: La Pregunta Como Forma De Ser
› Alien: El Extraño Ser Que Habita En Nosotros.
› Cinco Variaciones
› Los Monstruos De Lovecraft
› El Jardín De Las Delicias
› K En El Castillo
› El Alfabeto Del Delirio: Apuntes Sobre David Lynch
› Indiferencia
› El Ardid (infierno 8)
› La Rosa Azul
› Improvisación
› El Caballero Y El Dragón
› Los Secretos Delirios De Antígona
› El Sortilegio De La Espada En El Manantial
› Los Ocultos Motivos Del Silencio
› La Oscura Senda Del Extravío
› Alguien Susurra En La Playa Vacía
› No Me Quieras: ¡quiere! – Apuntes Sobre Alfonsina Storni
› Castigo Ii
› Breves Acotaciones Del Infierno Vii- Avaricia
› La Voluntad De Amar
› El Sable Fugaz, Al Filo Del Viento
› El Extraño Que Surge De La Selva Sombría.
› La Agonía De Existir
› La Eterna Sonrisa En La Oscuridad
› Dina Bellrham: La Oscura Libélula Que Arde En Luz
› El Intruso
› Breves Acotaciones Del Infierno Vi-la Gula
› La Pequeña Ciudad Del Tiempo Perdido
› El Sátiro De Tarsis
› El último Beso De Venus.
› Breves Acotaciones Del Infierno V-lujuria
› La Bestia De Los Mil Rostros
› Fuera De La Taberna: La Noche Y Ayanami.
› Breves Acotaciones Del Infierno Iv-el Limbo
› Breves Acotaciones Del Infierno Iii-caronte Y La Barca
› Ecos Del Mundo Antiguo Iii
› Breves Acotaciones Del Infierno Ii-el Enviado
› Breves Acotaciones Del Infierno- El Extravío
› Ecos Del Mundo Antiguo Ii.
› El Espejo De Dionisos.
› Ecos Del Mundo Antiguo.
› El Canto Del Sileno Cautivo.
› Alicia Y El Sueño Del Rey Rojo.
› Inocencia.
› La Insoportable Persistencia Del Ser.
› Castigo.
› La Vuelta A Arcadia.
› Entre El Delirio Y La Genialidad: Poe Y Feyerabend Tomándose Un Trago.
› La Muerte De Sócrates.
› La Sabiduría Mexicana.
› La Muerte Y La Libertad.
› La Región Sombría ( Rulfo, Colli, Los Murmullos Y El Silencio).
› La Mirada De Citerea.
› Contra La Tiranía De La Revolución.
› Kirilov El Suicida.
› Jaque A La Muerte.
› México En La Obra De Francisco Toledo.
› El Legado Clásico Frente A La Barbarie.
› Gummo: El Anhelo De Muerte.
› La Juventud, Su Expresión Y Su Mundo.
› Todos Somos Juan Preciado.
› El Mexicano, Su Soledad Y La Muerte.
› El Enigmático Vuelo De ícaro.
› La Muerte Y La Piedad.
› La Invención Más Admirable De Leonardo Da Vinci.
› Por El Lado Oscuro Del Camino.
› Ofelia, Las Flores, El Arroyo…
› Cinco Aproximaciones A Dante Y Su Desamor.
› Prometeo Insurrecto En Seis Aforismos.


ENLACES DEL AUTOR:
PÁGINAS WEB PROPIAS
http://blogs.escritorium.com/el-laberinto-del-replicante/
http://unclarodelbosque.blogspot.com/
http://www.escritorium.com/autor-170/jesus-ademir-morales-rojas/

SU COMENTARIO:
Cursé estudios de Filosofía en la Universidad Nacional Autónoma de México, y de arte y literatura en otras instituciones culturales.
(En el fondo soy un feliz autodidacta de librerías de viejo.)



CUENTOS



* La cabeza de pájaro, de ojos vacíos

Entonces, ahora era su turno.Ollin, el cazareplicantes, guardó sus fotografías. Las atesoraba. Todas de los tiempos con Lisa, con el pequeño Tetsuo. El hoy, sin ellos: un ámbito de brumas. Acudió al llamado del capitán Bryant. El del rostro mofletudo. Espinoso.—Ya no contamos con el mejor. Pero te tenemos a ti. Contamos contigo. Por eso estás aquí.Ollin asintió en silencio. Bryant le informó: tres replicantes. Tenían en su poder a un niño. Un pequeño de cinco. Había que recuperarlo. Se sospechaba que estaban ocultándose en un abandonado complejo industrial. La familia del niño ejercía presión. Era preciso apresurarse. Ser discretos.Bryant le mostró imágenes de los secuestradores replicantes. Adversarios poderosos. De cuidado. Una pareja. Orientales. Dos.— ¿Y el tercero?—No sabemos quién es. Pero lo que es seguro, es que está con ellos. Y es además, el líder.Ollin medita. Bryant lo toma como un titubeo. Le ofrece un trago. No está dispuesto a arriesgarse a perderlo. A otro, como aquel anterior. Ya no.El cazareplicantes acepta. Toma el vaso. Bebe de un tirón. Mezcal (sintético). Ollin no hace ni un gesto. Bryant se admira. Se sorprende. (O parece hacerlo)Ollin se despide. Toma su negra gabardina. Sale.Afuera, su vehículo aéreo, su fiel y viejo spinner. Se sumerge con él en el inmenso mar de luces. Tráfico. Humo. Negrura. Luces difusas por doquier. Hologramas descomunales. Ominosos. Multicolores. Avisos. Publicidad. Más humo. Siempre es de noche. Las torres de escape, de innumerables refinerías y fábricas, rugen una vez más. Llamaradas feroces hacia el cielo oscuro. Queman. Los edificios colosales y grotescos. Castillos, fuertes, pirámides: metal, plástico y cristal, sobre roca gastada. Le salen al paso. Los esquiva al conducir a baja altura. Diluvia. Ollin se desorienta. Desciende.Una cafetería. Un oasis de luz y resguardo de la lluvia. Entra. (Se silencia la música allí). Sólo algunos comensales y el dependiente. Voltean a mirarlo. Todos sonríen. (Con la misma sonrisa).Ollin les sostiene la mirada. Pero ellos no cejan. Afuera negrura y lluvia sucia. Dentro luz ciega y fría. Asepsia agobiante. Mosaicos, formaica y olor a café. (Y sonrisas).Ollin se acerca al dependiente. Le pide cualquier cosa. El hombre calvo va, le sirve, y se queda junto a él. Siempre con aquella mueca bufonesca. El gran reloj digital del lugar. Sus números rojos. Parecen detenidos. Silencio. Ollin se incomoda. Nada parece real. Siente el contacto de sus fotografías. Esto le impulsa. Pregunta entonces al dependiente, por el complejo industrial abandonado. El hombre no dice una palabra. Sólo levanta el brazo lentamente, y señala un lugar más allá del umbral del establecimiento. De la luz. Ollin agradece y se dispone a partir (con premura). De pronto, un chasquido lo detiene. Sobresaltado, se vuelve para mirar. El dependiente. Su brazo estirado. La mueca. En el mostrador su dentadura. Se le ha caído. Nadie se mueve. Ni él. Calvo. Sonrisa.

Todos le miran salir. Se interna en las cortinas de lluvia. (Detrás regresa la música, pero sólo por un instante: pronto se pierde, como todo, en las sombras y los reflejos inciertos de luminosidad fragmentada. ¿Estuvo allí, alguna vez?)Ollin localiza por fin el lugar. Un laberinto de bóvedas, torretas, escalerillas, y ductos interminables y retorcidos. El cazareplicantes. Sus oponentes. Los siente al llegar. Los percibe sin saber cómo. Ellos allá están. Ocultos. Aguardando.Inicia la inspección, del lugar, pistola en mano. Sus botines resuenan sobre el piso de aluminio. Óxido. Ecos. Vacío. Deambula durante mucho tiempo por aquel sitio desolado. Inesperadamente, le parece ver siluetas en movimiento. Sombras. Ecos. Sube por una escalera de caracol. Parece infinita. Pisadas. Murmullos. A la corta distancia, un compartimiento con la puerta entreabierta. Brota de allí, luz tenue. En ese mismo corredor, a las afueras de aquel compartimento, alguien. Dos figuras, de pie, inclinadas hacia algo. Observándolo. Extienden las manos hacia el objeto. Le hablan. Le acarician. Ollin se acerca. Es un motor antiguo. Las figuras se descubren siendo espiadas. Advierten la presencia de Ollin. Son los replicantes. La pareja asiática. Se ocultan presurosos en las tinieblas. Ecos.Ollin va tras ellos (ni rastros del niño). Les dispara. El lugar entero se estremece. Siente un empujón. Cae. Rueda por la escalera. Se lastima. (Risas entre las sombras). Aturdido, otea en las penumbras. Descubre a los replicantes. Vienen hacia él. Dando maromas. Unidos, entrelazados por completo, contorsionados, parecen un monstruoso insecto hipertrofiado.Llegan hasta él. Lo obligan por la fuerza, a participar de su grotesco anudamiento. De su abrazo mortífero. Ollin gime. Crujidos. Dolor.Las fotografías caen de sus ropas rasgadas. Aún entre lágrimas, esto le hace reaccionar. Desoye por un instante, aquel llamado frío y casi irresistible. Lucha por liberarse de aquel conglomerado de torsiones. Los replicantes le sienten debatir. Sonríen en la oscuridad. Su brazo, libre ya. Su arma caída. Finalmente la alcanza. Un esfuerzo más. Un acomodo. Dispara. Se desata rotundamente el nudo de cuerpos. Uno de los replicantes. Ella. Se estremece como una muñeca de cuerda, estropeada. Se agita frenéticamente, en una desquiciada epilepsia. Luego se inmoviliza de golpe.Su compañero busca escapar. Corre. Ollin le dispara por la espalda. El hombre da trompicones, cae y se estremece igual. Muere. Ollin intenta recuperarse, pero en eso, siente un dolor agudo en su pierna. Algo le muerde con fiereza. Le araña. Le rasga. Ollin se sacude a la criatura. Esta se aleja escabulléndose. Ollin persigue al ser chillón y rastrero, que se oculta detrás de unos desperdicios industriales. Allí acecha a Ollin. Cuando éste va por esa cosa, el ser furioso quiere volver a saltarle encima. Chillidos. Un nuevo disparo. Silencio.Ollin alumbra al caído. Es el niño buscado. El cazareplicantes se alarma. Consternado, toca el cuerpo, lo revisa. Descubre cables, transistores, lubricantes artificiales. Otro replicante. El tercero. El líder.Ollin no aguarda más. Recupera sus fotografías. Levanta los restos del diminuto replicante, y sale hacia su spinner. Hacía la noche eterna.(Cuando se ha ido ya, varias figuritas emergen de entre las sombras del complejo industrial abandonado. Se dirigen dando saltos, hacia el compartimiento iluminado. La habitación misteriosa. La de la tenue luz. Se asoman allí. Le hablan a alguien que está en el interior. Luego por fin, sale el pequeño niño buscado. Se reúne con las figuritas, con sus replicantes. Se toman todos de la mano. Pronto han hecho una ronda alrededor del viejo motor silencioso.Allí, entre las sombras, giran, danzan y cantan.)


Copyright © Jesús Ademir Morales Rojas. Todos los derechos reservados.




* En la Ciudad de la Noche Eterna


Los caza-replicantes Ollin y Holden fueron comisionados por el jefe de la policía Bryant para investigar acerca de grupos de replicantes fugados, que presuntamente se reunían en forma clandestina en la “Zona Roja” de Los Angeles.Holden recién se había recuperado de una grave lesión, que lo había tenido fuera de combate durante meses, y Ollin ocupaba ahora el lugar que había dejado vacante aquel que fuera el mejor blade runner, Rick Deckard, hoy desaparecido. Fueron conducidos por el astuto Gaff, por tierra, a bordo de una patrulla disimulada, hasta el peligroso sitio.Allí, en un intrincado laberinto de calles sucias, atiborradas de comercios ambulantes, de cualquier tipo de artículos pornográficos, se despidieron de Gaff, asegurándole que seguirían sus recomendaciones y consejos; (Gaff por x razones, parecía conocer bastante bien los secretos riesgosos de aquella tierra de nadie).Ollin y Holden, se internaron en la Zona Roja, ese mundo aparte dentro de la propia ciudad de Los Angeles, en aquel año de 2023.Tras evadir a persistentes vendedores de chips de placer y hologramas de sadomasoquismo extremo, decidieron entrar por separado a un oculto centro de espectáculos hardcore, en donde hombres y mujeres extenuados y curtidos, practicaban exhibiciones sexuales con grotescas maquinarias llenas de pistones, palancas y motores ruidosos. Realmente era algo muy duro de presenciar, y a la larga sólo pocos espectadores permanecieron para ver el final del show. Ollin y Holden, estaban entre estos últimos, aguardando, a pesar de cierto asco y malestar, en especial de Ollin; pero era preciso seguir las pistas brindadas por Gaff, obtenidas a través de los informadores y soplones de la Zona Roja, con los que mantenía tratos y contactos esporádicos. El anunciador, un tipo punkie gordo y sin cuerdas vocales, que bramaba con voz robótica, utilizando un dispositivo en su garganta, y que además por ser paralítico, e inmensamente voluminoso, era conducido colgando en una pequeña grúa; dio aviso del próximo número, el final del espectáculo.Era “La danza de las Eurídices desolladas”, interpretada por la hermosa Siraí. Holden y Ollin, entre el público presente- sólo tipos duros, llenos de cicatrices y vistiendo oscuras ropas estrafalarias, de corte variopinto- vieron como ingresaba dando maromas una mujer alta y muy delgada, con cada centímetro de su cuerpo, literalmente, cubierto de piercings, a excepción del limpio rostro afro, increíblemente hermoso, de rasgos delicados y de ambigua sonrisa permanente. A Ollin le pareció una auténtica estatua de plata, debido a los destellos de los adornos metálicos que colmaban aquel cuerpo felino.Entonces comenzó una extraña coreografía, al ritmo de música oriental, que parecía mezclar insólitamente, bailes rituales africanos, danzas prehispánicas y movimientos del Trance más oscuro, con ciertos gestos y ademanes del lenguaje de los sordomudos. Más gente salió decepcionada y un tanto furiosa, ante esta farsa de algo, que esperaban fuese enfermizo, bizarro y sexualmente torcido. Escasamente quedaban siete espectadores, contando a los asombrados Ollin y Holden. Enormes sujetos, con la calva teñida de amarillo fosforescente y con ropas de plástico transparentes, en ese momento, cerraron disimuladamente las puertas del improvisado foro, en ese callejón miserable. Holden hizo un gesto incipiente a Ollin, y se dirigió discretamente tras bambalinas. Allí descubrió a un gigante albino, con penacho de plumas, que aguardaba algo. Holden se ocultó y no le perdió de vista. Mientras en el escenario, los sujetos de calva fosforescente instalaron un tálamo cubierto con una cúpula de cristal de superficie velada, que sólo permitía ver difusamente la silueta de Siraí que aguardaba en el lecho con su sinuoso cuerpo relajado.El anunciador, el gordo punkie, hablo de nuevo entonces: manifestó que estaban seguros los pocos espectadores que quedaban, que para ellos, era ahora el premio por su paciencia y entrega: la extraña danza de Siraí era una inusual variación del Test Voight-Kampf, puesta en baile, que contenía mensajes subliminales que repelían a los seres humanos y que cautivaban a los replicantes. El punkie decía ahora a los espectadores que su secreto estaba a salvo: él sabía que eran replicantes, pero que no los denunciaría, que aquél era un oasis para ellos, un oasis de amor y deseo.En eso, retiraron por un momento la cubierta de cristal velado, y el hermoso cuerpo lleno de piercings de Siraí quedo a la vista de los espectadores alucinados. El punkie invitó a uno de ellos a que pasara a gozar de la danzarina, a la vista de todos. Ollin estaba impactado, no creía la revelación que le hacían acerca de su supuesta naturaleza no humana, y el extraño ritual que estaba a punto de presenciar le azoraba por entero.Mientras Siraí se contorsionaba en el lecho al compás de orientales melodías, para atraer al replicante indeciso, los calvos forzudos colocaron de nuevo la campana. Las siluetas unidas hablaron por sí solas. Luego del primer acto, las luces se atenuaron, retiraron la campana, donde ahora allí, sólo estaba la mujer sensual tendida como una pantera insatisfecha. Ollin, no resistió más y se dirigió al tálamo, sin pensar, sólo ardiendo de confuso deseo. La sonriente danzarina metálica estiró los brazos para recibirlo.Mientras tanto Holden escuchaba hablar al gigante albino del penacho, que había estado vigilando, y a quien se le había reunido el punkie, con la grúa a control que lo sostenía, donde colgaba de un arnés.Holden se impactó cuando descubrió la fechoría que llevaban a cabo: eran traficantes de partes de androides, de alguna manera Siraí les provocaba la “muerte” con su unión sexual, y los restos de los hombres artificiales, los replicantes, eran retirados pronto para ser desarticulados, desmembrados, y preparados para la tráfica clandestina de sus componentes. En ese momento el gordo punkie, dueño de ese circo singular, verdadera trampa mortal, y el traficante principal de la Zona Roja, el albino gigante, cerraban un trato. Holden ya no esperó más. Era un blade runner, sí, pero también era un policía, y las reuniones de androides fugados eran motivadas por ese par de malandrines. De tal suerte que con arma en mano, se dispuso a detenerlos. Ellos se sorprendieron mucho, al descubrirlo allí inesperadamente. Más sin embargo, buscaron reaccionar al momento: el gigante albino arrojó al gordo como un péndulo mortal hacia Holden. Pero este último ya lo estaba esperando, evadió el golpe tirándose al suelo, mientras el gordo se hacía papilla al estrellarse contra el muro metálico de aquél callejón sucio. A la vez Holden, estando tumbado en el suelo, disparó varias cargas sobre las piernas del gigante, quien cayó abatido como una caña inmensa. Holden entonces se dirigió presto al escenario para salvar a su compañero Ollin.Sin que los calvos fosforescentes y forzudos pudieran impedirlo, Holden subió al escenario y rompió de un cachazo la campana de cristal que cubría al lecho y sus ocupantes agitados. Holden se consternó al límite al descubrir entre los fragmentos de cristal a un Ollin agonizante pero persistente en su pasión: los percings de Siraí se habían vuelto afilados y mortales, al frotarlos ella voluntariamente, furiosamente, contra el cuerpo de su amante inerme. Holden safó al sangrante Ollin del criminal abrazo y lo arrojó al suelo. Allí quedo el desventurado caza replicantes encogido entre estertores incontrolables que presagiaban lo peor. Siraí se lanzó contra Holden, agitando sus miembros hacia él, con las más nefastas intenciones. Pero Holden le disparó a quemarropa en el vientre. La danzarina de metal, fue lanzada hacia atrás por la detonación y allí en el escenario, quedo muerta en el acto. Los replicantes espectadores insatisfechos en sus deseos, y los furiosos calvos forzudos cómplices del delito, trataron de linchar a Holden, quien abatió a varios al descargar su arma en contra de ellos, pero pronto fue levantado por la turba enloquecida y sometido a una brutal lluvia de golpes y vejaciones. Cuando todo parecía ya perdido, arribó Gaff con varios contingentes de blade runners y policías, acudiendo al previo llamado que Holden le había hecho, al descubrir la criminal conspiración, y luego de un enfrentamiento colosal, los agentes de la ley lograron imponer el orden en el lugar.Gaff encontró a Holden moribundo, por lo que solicitó a una ambulancia que lo trasladara a un hospital de inmediato. Luego fue a ver a Ollin. El caza replicantes yacía “muerto” encogido en un rincón, desangrado grotescamente por innumerables heridas. Gaff, al parecer sin conmoverse, se aproximó al cuerpo y le quitó algo que sujetaba Ollin, al “fallecer”: sus preciadas fotografías, las de su vida anterior, con su familia. Su exmujer y su pequeño hijo. Gaff las guardó en su gabardina, subió a su vehículo y se internó en las luces sordas de la noche eterna.Mientras, el inmenso rostro de una Geisha musitadora, del anuncio-holograma de un mudo dirigible, sonreía al pasar lentamente por el cielo.

Todo lo veía.


Copyright © Jesús Ademir Morales Rojas. Todos los derechos reservados.



* El Último Destino del Teocuicatl

“Estábamos al borde mismo del cosmos: me bastaba dar la orden para que mis compañeros androides, nautas del espacio, maniobraran la nave Teocuicatl más allá de los límites del universo y traspasáramos su final, a fin de desembocar en la nada o en algo totalmente inimaginable. Entonces tome aire y…"
"¿¿Dicté instrucciones??”
“De pronto todo se oscureció y se hizo un extraño silencio: parecía haberme quedado sólo en aquel momento, en el cuartel de mandos de la nave. Instintivamente traté de alcanzar mi arma; sin embargo alguien se me adelantó, y sentí en la espalda la dureza de un cañón de pistola.”
“Ese alguien me dijo en susurros entonces:
-Capitán Zorba, no intentes nada, sólo escucha. Tú cruzaste el umbral, sí, pero lo que viste más allá fue algo tan espantoso, tan demencial, que al transmitir ese conocimiento a la Tierra, al comunicarles tu experiencia, provocaste el fin de la civilización humana por obra de la desesperación y la locura que les llevó hasta la muerte, al oír tu mensaje, al compartir tu visión.”
“Aprovechando que en un cierto punto, más allá del límite de la realidad, espacio y tiempo, se anudan y giran sobre sí, la nave Teocuicatl, ha retornado en su marcha hacia un tiempo primigenio, en donde su aparición inesperada, provocó indirectamente la gestación de la vida en el cosmos. Luego, este secreto, el de tu experiencia determinante, el más importante acontecimiento en la historia humana, fue preservado secretamente como una profecía sagrada, a lo largo de millones de años. Imagina cuantas vidas se sacrificaron por resguardarlo. La vida entera del universo y del hombre se ha tenido que repetir por completo, para que yo llegue hasta aquí, ahora, para impedirte dar esta orden, por un medio u otro- y aquí hizo sonar el arma presionada sobre mi espalda- aunque eso signifique lo que tu puedes suponer, tanto para ti, como para mi, y para todos los seres existentes.”
“¡Decide ahora, Capitán Zorba!”
-Esta bien, no avanzaré, daré marcha atrás, no traspasaré el límite…-concedí sin remedio.
-Buen chico, te conozco, te conozco…
Lentamente los susurros se perdieron en el silencio, y el contacto frío en mi espalda cesó.
La iluminación retornó a fulgurazos, hasta que se estabilizó por completo.
Mis compañeros nautas androides, allí estaban de nuevo en sus puestos en los mandos de la nave y observaban a la expectativa de mis próximas instrucciones.
-No avanzaremos más, hay que retroceder por la ruta que hemos llevado, ahora mismo.
-Si, señor-obedecieron estupefactos, disponiéndose a desandar la ruta sideral, que tanto nos había costado recorrer.
Yo no quise comentarles mi insólita experiencia, y salí presuroso de la cabina de mandos.
Mientras me apresuraba a mi camarote contemplé la negrura del espacio, a través de la superficie cristalina de la cubierta del casco de la astronave Teocuicatl.
¿Quién me había hablado? La voz de aquel intruso era un tanto conocida, y a la vez totalmente ajena con referencia a cualquier tripulante de la nave.
Pero sí, un tanto conocida, tan conocida que…
Repentinamente, el percatarme de la tragedia ingente provocada, me hizo trompicar al entrar presto y trémulo a mi camarote.
Si la nave, al retroceder en el tiempo, había provocado hace millones de años la aparición de la vida en el cosmos…y si ahora esa posibilidad había sido clausurada por el retroceso que yo mismo había instruido… entonces….
***
-¡Capitán! ¡Capitán Zorba!
Le interrumpió en sus pensamientos un androide nauta que llegaba raudo y consternado.
-¿Q-Que pasa?
-Hemos perdido la comunicación con todos los planetas habitados…de pronto todos los hombres han comenzado a quejarse en agonía, y luego desaparecer…algo terrible ha sucedido allá.
El Capitán no dijo nada, solo se quedó cabizbajo
Ante esta nula respuesta ,el joven nauta, confundido y atribulado, se alejó corriendo por el pasillo metálico.
El capitán Zorba, luego, al sentirse ya sólo, alzó la vista nublada en lágrimas desesperadas y se miró en el espejo
“Te conozco: eres un buen chico…"
Su reflejo en el cristal le sonrió con burla, y le miró con un odio infinito.
“Te conozco”


Copyright © Jesús Ademir Morales Rojas. Todos los derechos reservados.

1 comment:

Ricardo Juan Benítez said...

Jesús Ademir, amigo, bienvenido a este espacio de prosa. Una muestra de tu talento, de nueva literatura. Fantástico homenaje al gran Phillip K. Dick en ese majestuoso cuento. Todas tus letras respiran posmodernismo y avanzada.